La democracia es lo más valioso. En similar medida también es muy vulnerable.

      Por eso requiere protección especial. Siempre habrá quien aprovechándose de ella y de todos aquellos que lucharon por las libertades quiera convertirla en una autocracia en beneficio propio, de allegados, amigos, militantes “fieles” y sin embargo inútiles, trayendo consigo mil y una situaciones injustas y desprotección ciudadana, especialmente para aquellas personas que se encuentren en situación de extrema pobreza o en el umbral de la misma. Motivo de preocupación.

      Y motivo más que suficiente para cargarnos de responsabilidad, de ideales. Y por qué no, salir a la calle a exigir el respeto que merece la Carta Magna. No podemos bajar la guardia, no podemos dar por sentada la democracia y pensar que resistirá contra viento y marea. Por eso hablaba de vulnerabilidad. Por eso requiere una construcción constante.

      He tenido que lidiar, como muchos otros, con algún/a político/a que me exigía lealtad sin límites a sus postulados particulares, no ideológicos, o de lo contrario cargas con las consecuencias. No entendían, tal vez sigan sin entender, que se debe lealtad a un proyecto, a una ideología sin recovecos interesados pasando del “digo esto, hago lo otro”. No se debe regalar lealtad a una persona que no muestra la más mínima fidelidad con estos principios, en definitiva, empatía con los ciudadanos. Eso sí,  el calor de sus palabras cala en sus adeptos, muchos de ellos faltos de reflexión, intuición y huida de lo abstracto. Flaco favor para la democracia.

 Genios de la mediocridad. Normalmente repiten las mismas cosas y rehúyen de respuestas directas como alma que lleva el diablo. Parece que les flojea la memoria ideológica. Parece que su memoria olvidó lo que vivieron y sufrieron los luchadores de antaño en tiempos convulsos. Sucumben gustosamente a los placeres que les regala el cargo. Otro reto para nuestro sistema de libertades.

      ¿Está en riesgo la democracia? ¿Quién o quiénes son los responsables de su subsistencia? Los ciudadanos votamos y elegimos a nuestros representantes políticos. Es un derecho inalienable. Confiamos en ellos y esperamos que cuanto dicen, proclaman y publicitan en sus programas electorales se lleve a la práctica a la hora de gobernar. Cosa distinta es que el político una vez depositadas sus posaderas en la poltrona muestre un comportamiento autócrata que pueda derivar en un despotismo democrático y por tanto, la calidad democrática cotice bajo mínimos. Hoy, sentimiento fácilmente instalado en la mente de los ciudadanos.

      Se hace de la política una profesión y olvidan que se está en política para ser justos, no para hacer amigos. Ni negocios lucrativos.

      Decía mi admirado Cicerón, gran político, abogado, filósofo y orador que “la ambición desmedida y la estupidez son cualidades que en política van a menudo de la mano” 

      Los responsables somos todos, porque todos tenemos obligaciones que cumplir en un estado democrático y debemos permanecer en continua vigilancia. Pero no podemos obviar que nuestro sistema democrático está sufriendo una grave desafección de los ciudadanos respecto a los representantes públicos por las gestiones contrarias de estos a los intereses de aquellos. No disponemos de garantías en el cumplimiento de las obligaciones de los políticos, en la rendición de cuentas con transparencia, en la corrupción, mala praxis o errores que no se corrigen. 

   ¿Hay división de poderes o se ha erosionado y por tanto el equilibrio institucional se muestra afectado por la toma de decisiones de los gobernantes? Teóricamente esa división existe, pero la real separación del legislativo, ejecutivo y judicial, son motivo de discusión continua a la vista de la significativa influencia política que se ejerce sobre ellos. Cuanto menos, existe una seria erosión a los ideales democráticos.

     De esta guisa, va a resultar tarea ardua volver a la confianza plena en las instituciones públicas. Aquella confianza de los primeros años de la democracia que contribuyó a crear el Estado del Bienestar, hoy puesto en entredicho. El mal desempeño político abona la falta de confianza en el sistema y se convierte en una verdadera amenaza que aprovechan otros para atacar las libertades y degradar las instituciones. ¿Este es el reto del futuro que debe imperar en la conciencia del gobernante?

      Oigo en la calle con cierta frecuencia que “no hay democracia”. Detecto gran inquietud ciudadana. Nada me gustaría más que mi percepción fuera errónea.

Félix Calle. Doctor en Economía y Empresa.

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