Escribir, opinar o exponer cualquier asunto se ha convertido en una actividad de riesgo. Malos tiempos para la concordia, respeto y entendimiento entre las personas. Paisaje desolador que uno barrunta, tal vez con algo de pesimismo.

Digo esto porque no ha de transcurrir mucho tiempo sin que aparezcan en escena los sectarios vigías defendiendo aquello que no se puede defender por muy buena voluntad o predisposición que se tenga y aprovechan, si no les cuadra lo tuyo con lo suyo, para tacharte de manipulador, ir en contra del sistema (del suyo), incluso se me antoja, ser cómplice necesario en el intento de derrocar al gobierno del momento. Hasta ahí llegan. Tengo la impresión que nos estamos acostumbrando y admitiendo la situación con toda naturalidad.

Se sienten la reserva espiritual de su ideología o como decía mi admirado Miguel Delibes, por hacer un símil, «dignos propagadores de la especie». Embriagados de su razón sin resaca mañanera, mantienen su posición así caigan chuzos de punta. Tal vez se les reclame obediencia ciega al líder y nadie comete la osadía de cuestionar nada anulando la capacidad crítica, me temo.

Si haces referencia a datos, estudios o investigación de algún medio solvente, te tildan según les convenga de capitalista y/o de derechas, a excepción de cuando las noticias de ese mismo medio se postula a favor del partido o gobierno del que el susodicho es devoto, También «de voto». Entonces, da igual quien publique, ahora les cuadra.

Personalmente, me han colgado sambenitos varios (la ojeriza tiene esos acuerdos) y es que uno ya no sabe cómo explicar, pongo de ejemplo, que si bien no estoy en contra del capital ( ¿qué hubiera sido de la revolución industrial sin él? Convivió con la socialdemocracia perfectamente y a Europa y sus ciudadanos en general no les fue nada mal en tiempos no demasiados lejanos) tampoco puedo cerrar los ojos, hacer oídos sordos o permanecer callado ante el capital radical-fundamentalista, la teoría mercantilista llevada a la práctica, el poder ilimitado del dinero y las desigualdades a nivel mundial que ello provoca.

Quien haya tenido la paciencia de haberme leído o escuchado alguna vez, habrá podido comprobar que siempre he ido de frente, sin tapujos ni zarandajas, ni decir lo contrario de lo que pienso, manifestándome reiteradamente adverso o favorable a tal o cual tendencia o como quiera que se llame. Bueno, pues para estos vigías impenitentes soy un adorador del «capitalismo criminal». Manda bemoles. Parece que hay personas que no quieren escuchar o leer sin sacar de contexto la lectura, ni interpretar lo escrito, es posible que muestren algún problema cognitivo o simplemente saquen de paseo, como digo más arriba, su sectarismo que se me antoja extremadamente peligroso, por cuanto te clasifican, ubican e incluso te «militan» a tal o cual formación política. Trato seriamente, aunque no siempre lo consigo, hacer honor a un conocido texto de Antonio Machado (Juan de Mairena): «la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero».

Por otra parte, siempre aparece alguien que les baila el agua y hacen sonoro eco de semejantes maléficas intenciones y en eso, las redes sociales es un magnífico vocero que da opción a esconderse bajo un seudónimo, el culmen de la cobardía. Interactúan bajo el fanatismo y la intransigencia, pero que nadie conozca su identidad. A veces, utilizan sin pudor el subterfugio. Es su pensamiento mágico.

En puridad, no debería mostrar extrañeza si ahora resulta que Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, Cándido Méndez, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Joaquin Leguina, José Luís Corcuera, Tomás Gómez, Alfredo Pérez Rubalcaba (de seguir viviendo), y una larga lista de socialistas históricos, son de derechas dignos miembros de la llamada «fachosfera» simplemente por expresar su desacuerdo con la versión oficial.

Pensamiento crítico contra pensamiento sectario. Pues vayan apuntándome a la «fachosfera», porque siempre defenderé y practicaré el pensamiento crítico, seguidor en este aspecto de unos tales filósofos llamados Sócrates, Aristóteles, Platón o Kant que ya dejaron suficientemente claro este concepto y la inmensa importancia de practicarlo para seguir avanzando.

Pensándolo bien ¿y si estos sabios estuvieran equivocados? Uy, ya me estoy liando. Confío en su sabiduría, faltaría más.

Félix Calle. Doctor en Economía y Empresa.

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