Siempre hemos mirado con asombro y un temor infantil de tierra adentro las oscuras aguas del Montoro y su monstruoso tobogán de hormigón. Estos días se quedarán grabados en la retina porque su espectacular desembalse es un hito que nos regala el hipnótico, terrible y glorioso espectáculo del agua: un brazo de mar de 105 hectómetros cúbicos, absorbido por el gran labio fijo de la presa, rompiéndose en el vacío. Regalo para la vista y regalo para la economía local: el nivel actual garantiza unos cinco años de consumo, aunque no lloviera nada.

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