Parece ser que la forma de hacer política ha cambiado un poco. O tal vez un todo. Da igual que se negocie o que se establezcan alianzas con dispares socios en el mismo día y a la misma hora: derecha-ultraderecha, izquierda -ultraizquierda, independentistas-nacionalistas. Todo vale. El fin, dicen, justifica los medios. Mas bien, diría yo, se experimenta un sentimiento solidario por la necesidad de gobernar contra viento y marea. Y ¿ dónde queda la ideología? Ah, eso es secundario, está confiscada, no se permite flaqueza de cabeza ni reproches por el desmedido gusto al poder, Vayamos a destajo.

Me presto a reflexionar sobre este asunto, a raíz de una conversación que mantuve hace pocos días con una política municipal en la que me señalaba que las cosas ya no son como antes. Que los políticos de antes pertenecen a otro tiempo. Ya. Cierto. Este argumento lo he escuchado en varias ocasiones. Paradigma compartido en cualquier lugar o circunstancia cuando el interlocutor es de su partido. 

Sí, pertenecen a otro tiempo en el que no todo valía, en el que con sus luces y sombras cambiaron el país y consiguieron imponer un estado del bienestar que hoy recordamos y echamos de menos. Eche la vista atrás, lea, documéntese, haga un ejercicio de recuerdo de esos gobernantes de su mismo partido a los que hoy se les acusa de políticos obsoletos, casi que  no saben lo que hacen o dicen. Dinosaurios de la política.

Trasnochados. Pero tenían la valentía, por hacer un inciso, de convocar nuevas elecciones ante la imposibilidad de ser aprobados sus Presupuestos Generales del Estado . Eso sí, previa presentación y debate en el Congreso, como manda la Carta Magna. Seguramente eran conocedores de la Carta inglesa (1215), considerada el origen de la democracia moderna y asumen sin cortapisas que no puede haber impuestos si previamente no han sido aprobados por el parlamento. Alguno (Pedro) de este nuevo tiempo político debería tomar nota. 

Con el río común han fabricado varias orillas y eso, como decía el torero: lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. 

Una conversación corta, pero intensa. Respetándonos, faltaría más. Hago hincapié en eso, porque en otro ámbito y con otras personas te toman como enemigo a la vista. No sé si como enemigo natural, erróneo o del momento. Lo mismo en este grupo de personas despierto una animosidad soluble, como diría el escritor Kiko Amat, sin que haya lugar a un análisis o reflexión previa. Y eso que uno intenta conservar la dignidad y no acodarse en planteamientos y consignas impuestas. Siempre aparecen jaurías dispuestas a destrozarte. Ley de vida.

Trasnochados y obsoletos. Como si la base de la ideología fuera moneda de cambio revisable cada diez minutos según interese al líder ( mejor, jefe) implícita la exigencia, además, de profesarle lealtad suprema. Pues digo, que antes que al líder se le debe lealtad a las ideas, a los principios, a los proyectos,  a la búsqueda de la prosperidad de los ciudadanos, a defender los intereses generales, no particulares , a la misma Constitución y demás Leyes del Estado. Especialmente si el líder (jefe) no pone en práctica la lealtad debida a estas premisas. No confundamos la lealtad con el servilismo y la adulación constantes, siempre movido por algún interés espurio.

En este apartado aconsejo leer el libro de Josiah Royce “La filosofía de la lealtad “, donde deja claro que esta se define como “la devoción consciente, práctica y amplia de una persona a una causa”. A una causa, no a una persona.

Me gusta más la política que se hacía en los primeros años de la democracia aún teniendo menos medios para llevarla a cabo. Había ganas e ilusión por hacer cosas, de participar, de ser útil, de ser capaces de crear una sociedad política en paz, de querer cambiar el país a mejor situación, que nadie pensara que Europa terminaba en los Pirineos.

Un compromiso que nadie imponía, un sentimiento unánime sin pretender rentabilidad económica o posicional. Hasta que  años más tarde hicieron aparición los arribistas y se creó un nuevo status: los políticos profesionales. Y ahí seguimos, la nueva forma de hacer política no ha hecho sino aumentar su número. Sí ha cambiado, sí. Ya lo creo.

¿Un trasnochado nostálgico de la política? Seguro. Otro dinosaurio, aunque me invada la sensación de estar galopando envuelto en ásperas sábanas a la vista de cuanto escucho a diario.

Félix Calle. Doctor en Economía y Empresa.

Un comentario en «El Remate»
  1. Muy buen artículo. Repasa el comportamiento actual de los políticos, totalmente opuesto al servicio que se les supone prestan a quienes les han votado. Hoy lo que hacen es servirse de la política para intereses propios y no el interés general. No se quieren bajar de ese autobús que los lleva gratis a todos sitios. La política han sido ideales de los hombres para servir al pueblo. Hoy es servirse del pueblo para sus ideales.

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