En Siria ya no ponemos nuestra esperanza en nadie. Solo en el propio pueblo sirio». Así de rotundo se ha manifestado hoy Bahjat Azrie, psicólogo y educador, responsable del programa de apoyo psicosocial de los Maristas Azules, socio local de Manos Unidas en Alepo (Siria), en el encuentro con medios celebrado el pasado día 3, en la sede de los Servicios Centrales de la ONG en Madrid.
Desde el inicio de la guerra en 2012, hasta el derrocamiento del régimen de Bashar Háfez al-Ásad, los acontecimientos en Siria, las sanciones económicas de 2017, la pandemia de COVID-19, el terremoto de 2023 y el reciente cambio de régimen, han creado una enorme inestabilidad social y económica en el país asiático, que no permite a la castigada población salir adelante. «¿Cómo se va a poner la gente en pie si la están machacando con una crisis tras otra?», se pregunta el representante del socio local de Manos Unidas.
Esto hace que el trabajo de las ONG se haya convertido en algo fundamental para que la población pueda encarar un futuro de esperanza. Y dentro de ese trabajo, la educación y el acompañamiento a los ciudadanos es imperativo para poder hacer frente a los numerosos desafíos a los que se enfrenta el pueblo sirio, sumido, tras el cambio de régimen dictatorial, en un periodo de inestabilidad e incertidumbre.
Durante el encuentro, África Marcitllach, responsable de proyectos de Manos Unidas en Oriente Medio, ha hecho un balance del trabajo que la ONG de la iglesia Católica lleva a cabo en la región donde, a lo largo de los años, se han aprobado 42 proyectos por valor de 2.200.000 euros. «Aunque, ha sido a partir de 2019, después de viajar al país, cuando nuestra presencia es más potente», explica.
Cuando comenzó el conflicto, el número de refugiados sirios que huyeron en masa para asentarse en el Líbano, ascendió a más de 2.000.000 de personas las que fueron acogidas. Estos refugiados han sido destinatarios de 32 proyectos financiados por Manos Unidas que, según Marcitllach, «se han centrado, fundamentalmente, en proporcionar educación, acceso a la asistencia sanitaria y a la atención psicológica y prevención de la violencia intrafamiliar entre los refugiados».
Pero, a lo largo de todos estos años, el tipo de proyectos han ido variando por la volatilidad de los dos países. Del asistencialismo y la ayuda humanitaria con los que se apoyaba a la población durante la guerra se pasó a los proyectos de desarrollo con los que las familias encontraban opciones para salir adelante y encarar el día a día, porque «no hay mayor resiliencia para un padre que poder ganar el pan para sus hijos», afirma la responsable de proyectos de Manos Unidas en Oriente Medio.
«Porque la gente en Siria, afirma Azrie, necesita saber que no están solos, que sus vidas importan. Por ellos vamos plantando semillas, que puede ser que no estén dando sus frutos ahora, pero lo importante es seguir sembrando». Todo este trabajo ha sido posible a pesar de las sanciones que aplicó la Unión Europea en 2017, que siguen en vigor a pesar del fin del conflicto y que, según el psicólogo y educador de los Maristas Azules, «nunca han sido contra el gobierno sino contra el pueblo. El pueblo es el que paga la factura».
Manos Unidas ha apoyado un total de 14 de estos proyectos, entre ellos destacan los destinados al sostenimiento de un campamento de población kurda, situado a unos 30 kilómetros de Alepo y dos proyectos de emergencia alimentaria en momentos como el terremoto de 2023.
«Además, Manos Unidas nos apoya en el proyecto “Quiero aprender”, en el que se prepara a 120 niños musulmanes de tres a seis años, hijos de familias desplazadas por la guerra, que no van al colegio al no ser gratuita la educación infantil, para su integración en las escuelas públicas», explica el responsable del programa de apoyo psicosocial de los Maristas Azules.
Los Maristas también cuentan con Manos Unidas para los talleres de formación en los que 520 jóvenes adultos reciben formación para mejorar sus habilidades personales, sociales y de comunicación y así poder encontrar trabajo, además de aprender a emprender y montar un negocio.
Además, con el programa, 45 de estos jóvenes recibirán una subvención para la creación de un pequeño negocio en función de su viabilidad y rentabilidad. El Instituto Marista de Formación (MIT, por sus siglas en inglés) realizará el seguimiento de los proyectos financiados durante tres años.
Sin olvidar a las mujeres, musulmanas y cristianas, a las que se dota de su propio espacio de encuentro porque, según Bahjat Azrie, serán las «encargadas de reconstruir el país». Estos proyectos sufrieron un parón cuando, el pasado 28 de noviembre y sin que nadie lo esperara, se produjo el cambio de régimen. «Fue un cambio rápido, inesperado y bastante inquietante porque, todavía hoy, no sabemos quién está detrás, quienes son, aunque se han producido algunas señales de islamización», explica Azrie.
«Por ahora, seguimos viviendo con la misma pobreza impuesta, aunque esta sea ahora de distinto color», lamenta el socio local de Manos Unidas. Pero, a pesar de lo incierto del futuro «hay que trabajar la esperanza. Levantarse cada día y hacer algo mejor, aunque las circunstancias sean complejas».